Por qué no opino sobre la violencia de género.
Particularmente, yo no opino ni escribo (en Facebook, Twitter o mi Blog) sobre las manifestaciones populares como la que se desarrolló en el día de hoy -el Miércoles Negro-, en el marco establecido hace ya un tiempo atrás con el #NiUnaMenos contra la violencia de género hacia las mujeres.
No porque la misma me sea indiferente o porque no simpatice con la causa. Muy (pero MUY) lejos de ese lugar me encuentro en realidad.
En las últimas horas (y meses) he leído demasiadas publicaciones -de hombres y mujeres-, al respecto de la violencia de género.
Opiniones, de más está decir, sobran a esta altura. Algunos escritos son insuperables y bajan en palabras todo lo que se puede llegar a decir sobre este tema... mientras que otras me parecen que son innecesarias (por extremistas, insulsas o carentes de conocimiento).
Ante ese exceso de opiniones, me llamo a silencio.
Claro que podría teorizar un libro completo sobre cómo se debe sentir una mujer violentada (y a consecuencia manifestar por qué es importante acompañarlas en esta lucha).
Pero hay cosas de las que NADIE puede opinar si no las experimenta.
Está a la misma altura que un embarazo: los cambios hormonales de la concepción, el crecimiento de una vida adentro del vientre materno (y a consecuencia los cambios físicos), lo complejo -y traumático, en mayor o menor medida- de un parto y el mix de sensaciones que se experimentan cuando ese bebé deja de estar dentro de la madre.
Hay toneladas de libros, revistas y ensayos explicando todas estas fases... pero un hombre nunca las va a entender.
Y -triste que deba usar el término "afortunadamente"- yo nunca fui víctima de ningún tipo de violencia que me haya desgarrado por dentro.
Nunca sufrí el maltrato psicológico por parte de mis padres, amigos, parejas.
Nunca alguien me pegó una trompada por ser hombre y no satisfacer el capricho de una mujer.
Nunca -en casi 4 décadas de vida-, una mujer me gritó en la calle alguna insinuación de índole sexual, seguido por una puteada por no corresponder a esas palabras.
En consecuencia nunca voy a entender lo que debe sentir una mujer, adolescente o niña cuando eso le sucede más de una vez en un tramo de 5 o 10 cuadras.
Nunca me forzaron a tener sexo, ni violentaron ninguna parte de mi cuerpo para que otra persona pueda sacarse las ganas de coger. Ni una, ni reiteradas veces.
Entonces, por más que puedo teorizar sobre el daño que una mujer pudo sufrir en una situación de esta índole; estoy a años luz de siquiera poder imaginar qué se siente.
Ha de ser tal el daño producido, que mi cerebro -con toda su capacidad lógica- no puede dimensionarlo y asimilarlo (y en esta publicación en particular, llevo varios minutos tratando de tomar conciencia de ésta situación y no es fácil ponerse en ese lugar si nunca lo viviste de cerca).
Y ese desconocimiento, es el muchas veces me llevó a hacer comentarios errados (creyendo que era más gracioso por decir que mis parciales "son una violación"). Porque el no haberlo vivido hace que no entienda todo lo que se dispara por dentro de alguien que tuvo que padecerlo al decirlo con tanta ligereza.
No, esto no trata de ser un justificativo berreta a mis acciones erradas (ni tampoco la publicación trata sobre mí).
Hay una cultura en torno a la mujer-objeto que vengo incorporando desde mi juventud (en la tele, la publicidad y los discursos de personas más grandes que yo) y sé que como yo, hay muchos que consumieron esos discursos durante toda su vida convirtiéndolos en ley.
Lejos de opinar sobre los femicidios y la violencia de género, yo opto por callarme y apoyar la causa dentro de lo que mis capacidades me permitan.
Por respeto a las víctimas, familiares y toda mujer. Considero que muchos deberían seguir el mismo camino.
Este texto tiene 1319 lecturas desde el 19-10-2016
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