La paciencia de la araña
Entre las múltiples taras mentales que tengo, las guerras épicas entre bichos es la que más me fascina.
Y de todos los bichos que existen, los alacranes y escorpiones siempre fueron los que más se ganaron mi atención.
Están emparentados con las arañas y, al igual que éstas, son capaces de inyectar veneno a sus presas desde un aguijón ubicado en el extremo de la cola.
Y, tal como sucede con los arácnidos, no todos los escorpiones son letales para los animales de gran masa corporal; Hay arañas y escorpiones que nos pueden matar, como hay arañas y escorpiones que -más allá del pinchazo- no nos producirían daño alguno.
Sin embargo a la hora de hacer la gran Indiana Jones -en el templo de la perdición-, si tengo que meter la mano entre arañas o entre escorpiones, elegiría a las primeras sin siquiera pensarlo dos veces.
Es indistinto si hablamos del artrópodo, el signo más jodido del zodiaco, el personaje de Mortal Kombat o el accidente de caerse de trompa y pegar los tobillos contra la nuca (eso que muestra la imagen anterior)...
Todo lo que esté relacionado con escorpiones está implícitamente impregnado por un halo de letalidad que impone respeto.
Es por eso que cuando subía las escaleras de la casa de uno de mis allegados más íntimos (por el viejo barrio de San Telmo) y ví esta escena dantesca, no pude contener el deseo de inmortalizarla y compartirla en esta imagen más que elocuente.
La velocidad de la araña en ganar de mano con su picadura -aplicando así su inyección letal- y la efectividad de esa trampa pegajosa, casi imperceptible, fue lo último que pudo sentir el alacrán antes de pasar a mejor vida.
De la batalla solo queda un títere inerte entre los hilos de la telaraña, colgando de un escalón.
Y quizás toda la fascinación que me produce la escena se reduce a un tema de proporciones.
No estamos hablando de las magnánimas arañas del cine, como lo que se convierte Rayita en Gremlins 2 después de alterar su ADN.
Tampoco son las arañas de Tolkien (tanto en el Señor de los Anillos como el Hobbit) ni el mejor amigo de Hagrid, Aragog -q.e.p.d-, de la saga Harry Potter.
Ni mucho menos la que nos tenía reservada Stephen King -a puro stop motion- en la escena final de IT.
Esta asesina mide 9 veces menos que su víctima. Goliat vencido por un insignificante David del submundo de los arácnidos.
Si antes de este encuentro alguien me hubiese desafiado a apostar quién ganaba, sin lugar a dudas hubiese perdido.
Pero no, lo que más me impacta de la foto no es la imagen del alacrán empalado en la escalera, como presagiando la muerte de cualquier otro bicho que ose adentrarse en sus dominios (porque hasta Spiderman han vencido villanos más grandes que él).
A la derecha de la araña se puede apreciar con total claridad otro par de patas, puntiagudas, apuntando hacia la parte superior del escalón e igual de escalofriantes, pero ¡no hay cuerpo!...
¿Qué clase de asesina despiadada -aprendiz de viuda negra- es esa bolita de ocho patas cuyo entrenamiento silencioso data de eónes de instinto?
Desde hoy, tendré más respeto y consideración por los aracnofóbicos
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